Viajar solo.a - Voyager seul.e - Solo travel
-Texte en français, par la suite-
-English text, at the end-
Viajar solo.a
Viajar, conocer, descubrir, enriquecerse, abrirse a nuevas culturas y países. Cuando se viaja con familia o amigos, es una experiencia compartida que nos llena el alma. Cuando se viaja solo, en cambio, es una experiencia que expande.
En ambos casos hay aspectos positivos, así como retos. En ambas situaciones se aprende, se descubre y se crece.
Creo que la mayoría de quienes disfrutamos viajar lo hacemos, por lo general, acompañados: con una pareja, con amistades, con familia. Pero somos menos los que nos hemos atrevido a viajar solos, sin nadie más. Sin alguien que nos esté esperando en el destino para recorrerlo juntos. Y es que viajar solo puede generar miedo, dudas, incluso una cierta sensación de vértigo. No es algo que resulte evidente ni fácil, y no es una experiencia que se ajuste a todo el mundo. Sin embargo, personalmente creo que es algo que deberíamos intentar al menos una vez en la vida, para ver cómo nos sentimos, para descubrir si nos gusta o no.
Una de las grandes riquezas de viajar solos es que nos movemos a nuestro propio ritmo. Tenemos mayor flexibilidad, seguimos nuestros intereses, nuestros impulsos, nuestros deseos, sin tener que negociar constantemente con los de alguien más. Podemos elegir cuánto tiempo quedarnos en un lugar, cuándo descansar, qué visitar y qué no. Hay algo profundamente liberador en ese margen de elección, y muchas veces eso mismo facilita encuentros espontáneos, conversaciones inesperadas, momentos que solo se dan cuando uno está abierto al entorno.
Ahora bien, también tiene sus dificultades. No hay con quién compartir los comentarios, las impresiones, las risas o las anécdotas. Cuando necesitas ir al baño o tomarte un café, no tienes a alguien que cuide tu sitio o tus maletas. Tampoco puedes dividir gastos como los hoteles o los taxis. Si eres una persona tímida, puede ser más difícil iniciar conversaciones y conocer gente. Y hay una carga añadida: toda la logística, la organización, las decisiones, dependen únicamente de ti. No hay un respaldo.
Pero, más allá de cómo resulte la experiencia, viajar solo te abre la visión, te abre las alas. Aprendés y creces. Descubrís partes de vos que no sabías que estaban ahí. Salís de la zona de confort, ganás perspectiva, y muchas veces —sin que te des cuenta— algo cambia por dentro.
No creo que haya una edad ideal para hacerlo, pero sí hay momentos más propicios que otros. Momentos de transición, de cierre o de apertura; cuando sentimos la necesidad de reconectar con nosotros mismos, de pausar, de respirar desde otro lugar. El viaje en solitario puede convertirse entonces en un espacio de encuentro interno, en una forma de sostenernos desde lo esencial.
Si es tu primera vez, mi consejo es comenzar por destinos “fáciles”: lugares que ya conozcas o que sean accesibles, tranquilos, seguros. Elegí ciudades turísticas, culturales, caminables, con una comunidad viajera activa. Y, por supuesto, hacelo con cuidado y responsabilidad. Hay destinos que conviene evitar cuando una viaja sola: ciudades con poca infraestructura turística, regiones con conflictos sociopolíticos, o países donde las mujeres solas son más vulnerables al acoso. La seguridad no debe ser un límite, pero sí un criterio.
Viajar solo no es una obligación ni una moda. Es simplemente una invitación: a probar, a explorar, a experimentar una nueva manera de estar en el mundo.
Voyager seul·e
Voyager, découvrir, s’enrichir, s’ouvrir à d’autres cultures, à d’autres pays. Voyager en famille ou entre ami·es est une expérience partagée qui nourrit l’âme. Voyager seul·e, en revanche, est une expérience qui élargit.
Dans les deux cas, il y a des aspects positifs et des défis. Dans les deux contextes, on apprend, on découvre, on grandit.
Je crois que la plupart de ceux qui aiment voyager le font généralement accompagné·es : en couple, entre ami·es, en famille. Mais nous sommes peu nombreux·ses à avoir osé voyager seul·e, sans personne. Sans quelqu’un qui nous attend à destination pour explorer ensemble. Voyager seul·e peut faire peur, susciter des doutes, donner le vertige. Ce n’est ni évident, ni simple, ni fait pour tout le monde. Pourtant, je pense que c’est une expérience que nous devrions tous·tes tenter au moins une fois dans la vie, pour voir comment on se sent, pour savoir si cela nous convient.
Voyager seul·e, c’est avancer à son propre rythme. C’est plus de flexibilité, plus de liberté. On suit ses envies, on choisit où l’on va, combien de temps on y reste, quand on se repose. Cela ouvre la porte à des rencontres spontanées, à des moments inattendus. Il y a quelque chose de profondément libérateur dans cette autonomie.
Mais ce n’est pas sans difficultés : pas de compagnie avec qui partager les rires, les anecdotes, les impressions. Personne pour garder vos affaires quand vous partez aux toilettes. Pas de partage de frais. Et quand on est timide, faire des rencontres peut être plus compliqué. Toute la logistique repose sur vous.
Mais au-delà de tout ça, voyager seul·e ouvre la vision, déploie les ailes. On apprend, on change, on découvre des parts de soi ignorées. On sort de sa zone de confort, et on voit le monde autrement.
Ce n’est pas une question d’âge, mais de moment. Il y a des périodes propices : transitions, ruptures, besoins de reconnection. Et si c’est votre première fois, choisissez une destination facile, accueillante, touristique, sécurisée. Il faut éviter certains lieux : régions instables, villes peu touristiques, pays où les femmes seules sont plus exposées.
Voyager seul·e n’est ni une obligation ni une mode. C’est une invitation à se découvrir autrement, dans une nouvelle façon d’habiter le monde.
Solo Travel
Traveling, discovering, learning, opening up to new cultures and countries — these are all enriching experiences. Traveling with family or friends is a shared journey that nourishes the soul. But traveling alone is an experience that expands you.
Both ways have their positives and their challenges. In both contexts, we learn, grow, and discover.
I believe most people who love traveling usually do it with others — as a couple, with friends, or family. Very few of us have dared to travel completely alone. Without someone waiting at the destination to explore with.
Solo travel can be scary, unsettling, or even overwhelming. It’s neither obvious nor easy — and not for everyone.
Still, I believe it’s something we should all try at least once in our lives, just to see how it feels, to know if it’s right for us.
Traveling alone means going at your own pace. It means more freedom, more flexibility. You follow your impulses, choose where you go, how long you stay, when you rest.
It opens the door to spontaneous encounters and unexpected moments. There’s something deeply freeing in that autonomy.
But it comes with its own challenges: no one to share your laughs, stories, or impressions with. No one to watch your bag when you go to the bathroom. No shared expenses. And if you’re shy, meeting people can be harder. All the logistics are on you.
And yet — solo travel widens your perspective and gives you wings.
You learn, you change, you discover parts of yourself you didn’t know. You step out of your comfort zone, and you see the world differently.
It’s not about age, but about timing. Some moments are ideal: transitions, breakups, the need to reconnect with yourself.
And if it’s your first time, pick an easy, safe, tourist-friendly destination. Avoid unstable regions, isolated places, or countries where solo female travelers face higher risks.
Traveling alone is not a trend or an obligation.
It’s an invitation to meet yourself differently — to explore a new way of inhabiting the world.