Burn out
El burnout: cuando el trabajo deja de nutrir y comienza a desgastar
El burnout o “síndrome de desgaste ocupacional” es un concepto relativamente reciente en el ámbito de la salud física y mental. Aparece en la década de 1970, utilizado por primera vez por el psicólogo Herbert Freudenberger. En sus inicios, se empleó para referirse al agotamiento físico y emocional de los profesionales de la salud. No fue sino hasta las décadas de 1980 y 1990 que el concepto se amplió a otras profesiones más allá del ámbito sanitario y educativo.
En 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó el burnout en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) como un fenómeno ocupacional, no como un trastorno mental, aunque sí como un factor que afecta a la salud.
Es importante subrayar que, aunque el burnout está ampliamente reconocido y descrito, no figura como un diagnóstico clínico en manuales como el DSM-5. Esto implica que, en la práctica clínica, puede abordarse desde distintos enfoques, en función del impacto que tenga sobre la salud mental de la persona (como ansiedad, depresión, trastornos psicosomáticos, entre otros).
¿Qué es exactamente el burnout?
Según la OMS, el burnout es un síndrome relacionado con el entorno laboral que genera un estado de agotamiento físico y mental. Se trata de una respuesta al estrés crónico en el trabajo, que no ha sido gestionado de manera adecuada. Se caracteriza por un desgaste emocional, físico y cognitivo que repercute en el rendimiento laboral y en el bienestar general de la persona.
Fases del desarrollo del burnout
Freudenberger y North propusieron un modelo que describe una progresión en fases del malestar hasta el agotamiento total. Estas fases, aunque no se presentan necesariamente en el mismo orden ni con la misma intensidad en todas las personas, permiten entender cómo se instala este síndrome de manera progresiva:
>Comienza con una gran motivación, dedicación y expectativas poco realistas. Se trabaja intensamente, ignorando los propios límites.
>Se asumen más tareas de las que se pueden manejar, y aparecen los primeros signos de agotamiento físico y emocional, que suelen minimizarse.
>El descanso, el autocuidado y el ocio se perciben como una “pérdida de tiempo”.
>Se pierde la capacidad de reflexión crítica y de autoconciencia.
>La vida gira en torno al trabajo, y se desvanece el interés por otras áreas significativas.
>Aparecen frialdad afectiva, irritabilidad y una actitud cínica hacia los demás, especialmente hacia clientes, pacientes u otras personas atendidas.
>Se instala una sensación de vacío y una profunda desmotivación. Surgen mecanismos de escape como el consumo de alcohol, comida, redes sociales o el trabajo compulsivo.
>Aumentan los sentimientos de desesperanza, inutilidad, tristeza y fatiga crónica, a menudo confundidos con una depresión clínica.
>Finalmente, se llega a un agotamiento total en el que el cuerpo y la mente dejan de responder: aparecen enfermedades físicas, crisis de ansiedad o la necesidad urgente de una baja médica.
Señales de alerta
El burnout suele instalarse de forma silenciosa e insidiosa, y muchas personas solo lo reconocen cuando ya se encuentran en fases avanzadas. Entonces, ¿cómo detectar cuándo este síndrome comienza a instalarse? A nivel individual, pueden observarse manifestaciones psicosomáticas, emocionales y conductuales:
>Psicosomáticas: aumento o pérdida de peso, alteraciones del sueño, dolores de cabeza, tensión muscular.
>Emocionales: aburrimiento, irritabilidad, desinterés, frustración, impotencia.
>Conductuales: absentismo laboral, incapacidad para relajarse, comportamientos agresivos o consumo de sustancias.
Además, se presentan manifestaciones específicamente laborales, que evidencian que no se trata de un problema exclusivamente personal, sino profundamente influenciado por el entorno de trabajo. El burnout no lo genera el trabajador por sí solo, sino que emerge cuando el trabajo invade y exige más de lo que se puede sostener. Por eso es más frecuente en profesiones que implican un contacto directo y constante con otras personas.
Factores de riesgo
Existen factores de riesgo tanto laborales como individuales:
>Laborales: jornadas excesivas, tareas repetitivas o sin sentido, altos niveles de exigencia convertidos en norma, responsabilidades excesivas, objetivos inalcanzables, falta de reconocimiento, roles mal definidos, tensiones en el ambiente de trabajo.
>Individuales: mayor riesgo en personas muy comprometidas con su labor, con altos valores éticos vinculados al trabajo, o que han invertido mucho en su carrera. También influye tener problemas familiares, dificultades económicas, poco apoyo social, antecedentes de ansiedad o depresión, y escasa capacidad para manejar el estrés.
Pronóstico y tratamiento
La buena noticia es que el burnout puede prevenirse y revertirse si se detecta a tiempo y se interviene adecuadamente. Es clave trabajar sobre la culpabilidad, fomentar un estilo de vida saludable (alimentación, descanso, ejercicio físico), y fortalecer habilidades como la gestión emocional, la resolución asertiva de problemas y la reestructuración de creencias negativas. También puede ser necesario mejorar el apoyo social, considerar la psicoterapia y, en algunos casos, el tratamiento farmacológico.
Y quizás lo más importante: aprender de lo vivido para prevenir recaídas.
Lamentablemente, el burnout es hoy un síndrome muy común. Pero eso no significa que debas enfrentarlo en soledad. Pedir ayuda no es señal de debilidad, sino de fortaleza. No estás solo/a.
Le burn out : quand le travail ne nourrit plus et commence à épuiser
Le burn out, ou syndrome d’épuisement professionnel, est un concept relativement récent dans le domaine de la santé physique et mentale. Il apparaît dans les années 1970, utilisé pour la première fois par le psychologue Herbert Freudenberger. À ses débuts, il servait à désigner l’épuisement physique et émotionnel des professionnels de la santé. Ce n’est qu’au cours des années 1980 et 1990 que le concept s’est élargi à d’autres professions, au-delà du secteur sanitaire et éducatif.
En 2019, l’Organisation mondiale de la santé (OMS) a inclus le burn out dans la Classification internationale des maladies (CIM-11) comme phénomène lié au travail. Il ne s’agit pas d’un trouble mental, mais d’un facteur ayant un impact sur la santé.
Il est important de souligner que, bien que le burn out soit largement reconnu et décrit, il ne figure pas comme diagnostic clinique dans des manuels comme le DSM-5. Cela signifie qu’en pratique clinique, il peut être abordé sous différents angles, en fonction de ses répercussions sur la santé mentale de la personne (anxiété, dépression, troubles psychosomatiques, etc.).
Qu’est-ce que le burn out exactement ?
Selon l’OMS, le burn out est un syndrome lié au contexte professionnel, qui entraîne un état d’épuisement physique et mental. C’est une réponse à un stress chronique au travail, mal géré ou non pris en charge. Il se caractérise par une usure émotionnelle, physique et cognitive, qui affecte à la fois le rendement professionnel et le bien-être global.
Les phases de développement du burn out
Freudenberger et North ont proposé un modèle décrivant une progression du mal-être jusqu’à l’épuisement total. Ces étapes, bien qu’elles ne se présentent pas toujours dans le même ordre ou avec la même intensité, permettent de mieux comprendre comment ce syndrome s’installe progressivement :
>Tout commence par une grande motivation, un fort engagement, et des attentes irréalistes. On travaille intensément, en ignorant ses propres limites.
>On accepte plus de tâches qu’on ne peut en gérer, les premiers signes d’épuisement apparaissent mais sont minimisés.
>Le repos, les soins personnels et les loisirs sont perçus comme une perte de temps.
>La capacité d’auto-réflexion et de prise de recul s’effondre.
>La vie tourne entièrement autour du travail, les autres domaines importants perdent leur valeur.
>Une froideur affective s’installe, avec irritabilité et cynisme, notamment envers les clients, patients ou bénéficiaires.
>Un vide intérieur se fait sentir, accompagné d’une démotivation profonde. Des comportements d’évitement apparaissent : consommation d’alcool, de nourriture, usage excessif des réseaux sociaux ou travail compulsif.
>Les sentiments de désespoir, d’inutilité, de tristesse et de fatigue chronique augmentent, souvent confondus avec une dépression clinique.
>On atteint un épuisement total : le corps et l’esprit ne répondent plus. Des troubles physiques, des crises d’angoisse ou la nécessité d’un arrêt maladie urgent peuvent survenir.
Signes d’alerte
Le burn out s’installe de manière insidieuse et silencieuse. Nombreux sont ceux qui ne le reconnaissent que lorsqu’ils sont déjà en phase avancée. Alors, comment détecter les premiers signes ?
Sur le plan individuel, on peut observer des manifestations psychosomatiques, émotionnelles et comportementales :
>Psychosomatiques : prise ou perte de poids, troubles du sommeil, maux de tête, tensions musculaires.
>Émotionnelles : irritabilité, ennui, désintérêt, frustration, sentiment d’impuissance.
>Comportementales : absentéisme, incapacité à se détendre, comportements agressifs ou consommation de substances.
S’y ajoutent des signes spécifiques au cadre professionnel, qui montrent que le burn out n’est pas un problème purement personnel, mais qu’il est profondément influencé par l’environnement de travail. Il ne naît pas uniquement chez l’individu, mais survient lorsque les exigences professionnelles deviennent intenables. C’est pourquoi il est plus fréquent dans les métiers impliquant une interaction humaine intense.
Facteurs de risque
Il existe des facteurs de risque professionnels et individuels.
>Facteurs professionnels : horaires excessifs, tâches répétitives ou dénuées de sens, exigences élevées devenues la norme, responsabilités écrasantes, objectifs irréalistes, absence de reconnaissance, rôles mal définis, climat de tension au travail.
>Facteurs individuels : personnes très engagées, investies dans leur métier, avec de fortes valeurs éthiques. Le risque est aussi accru en cas de difficultés familiales, de problèmes financiers, de faible soutien social, ou d’antécédents d’anxiété ou de dépression. La difficulté à gérer le stress est également un facteur important.
Pronostic et prise en charge
La bonne nouvelle, c’est que le burn out peut être prévenu et surmonté s’il est identifié à temps et traité de manière appropriée. Il est essentiel de travailler la culpabilité, d’adopter une hygiène de vie saine (alimentation, sommeil, activité physique) et de renforcer certaines compétences : gestion des émotions, résolution de problèmes de manière assertive, restructuration des pensées négatives. Le soutien social doit être renforcé, la psychothérapie envisagée, parfois accompagnée d’un traitement médicamenteux.
Et surtout : il faut apprendre de ce qui a été traversé pour éviter une rechute.
Malheureusement, le burn out est aujourd’hui un syndrome très courant. Mais cela ne veut pas dire qu’il faut l’affronter seul. Demander de l’aide n’est pas un signe de faiblesse, mais une preuve de courage. Vous n’êtes pas seul·e.